La dictadura del modo de ser del trabajo
Tratar de conciliar el trabajo con el cuidado es el gran desafío del ser humano. Son modos de ser en el mundo que aunque se excluyen una a la otra, se complementan. Integran la experiencia humana, por un lado una ligada a lo material y la otra ligada a la espiritualidad.
Desde la más remota antigüedad asistimos a un drama de peligrosas consecuencias; la ruptura entre trabajo y cuidado. Por lo menos desde el neolítico hace diez mil años comenzó lentamente a predominar el trabajo como búsqueda frenética de eficacia, afán de producción y ansias de subyugación de la tierra. Los últimos siglos, especialmente a partir del inicio de los procesos de industrialización en el siglo XVIII, han sido caracterizados por la dictadura del modo de ser del trabajo a través de la intervención, producción y dominación. Entonces el trabajo deja de estar relacionado con la naturaleza (concepto de modelación) y comienza a relacionarse con la acumulación de riquezas (confrontación de la relación capital-trabajo articulada por Marx y Engels). La naturaleza del trabajo toma un giro al convertirse en una actividad asalariada donde está ausente la idea y acto de plasmación del humano en la naturaleza. Las personas comenzaron a vivir esclavizadas por las estructuras del trabajo productivo, racionalizado, objetivado y despersonalizado, sometido a la lógica del trabajo.
De acuerdo al analista Luis Carlos Restrepo, todos somos herederos de Alejandro Magno (336-323 BC), arquetipo del guerrero y conquistador. Hoy día esta es la ideología latente en el modo de ser del trabajo, donde impera la dominación y conquista del otro, del mundo, de la naturaleza; formas simples y puras de sometimiento. Ese modo de ser mata la ternura, liquida el cuidado y hiere la esencia humana.
La dictadura del modo de ser del trabajo masculiniza las relaciones y abre el espacio al antropocentrismo (es decir la visión de mundo centrada en la actividad humana dirigida por el hombre). Estamos de regreso a las expresiones patológicas de lo masculino como fenómeno desconectado de lo femenino, el animus (de acuerdo a C.G. Jung [1875-1961] principio masculino manifestado en el comportamiento de los sujetos) sobrepuesto al anima (principio femenino). El cuidado ha sido difamado como la feminización de las
prácticas humanas y como obstáculo para la objetividad y la eficacia.
La dictadura del modo de ser del trabajo conduce la humanidad hacia un impase crucial: si no ponemos límites a la producción voraz asociada al trabajo, nos dirigimos a un destino fatal. La velocidad del trabajo productivo agota los recursos renovables de la naturaleza y rompe el equilibrio físico-químico de la tierra. La sociabilidad humana se quebranta debido a la dominación de unos pueblos sobre otros y por la lucha librada entre clases. Ya no vemos al ser humano sino a su fuerza de trabajo a ser vendida y explotada su capacidad de trabajo y de consumo. Más y más personas, en verdad 2/3 partes de la humanidad son condenadas a vivir sin sustentabilidad (la existencia de condiciones económicas, ecológicas, sociales y políticas, que permitan su funcionamiento en forma armónica en el tiempo y en el espacio). Se pierde la visión del ser humano como ser de relaciones ilimitadas, de creatividad, cuidado, espiritualidad, portador de un proyecto sagrado e infinito.
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